Lágrimas negras

Se encontraba sola. En aquella caja había nada más que soledad. Una muchacha con ropas oscuras y adornos punzantes se acercó a ella alargando sus brazos para cogerla. Era una gatita tan blanca como la más pura nieve. La muchacha la adoptó y se la llevó a casa. Esta tenía el corazón hecho pedazos con penurias en el fondo de su alma. Había sido muy desdichada toda su vida, apartada de la gente que le hacía ascos nada más verla. Siempre que se sentía sola, la gatita se tumbaba en su regazo para así intentar consolarla. La chica se tranquilizaba acariciándola, pero sus lágrimas brotaban de sus ojos sin cesar. Esas lágrimas ensuciaron el precioso pelaje blanco de la gatita creándole topos por todo su lomo.

Pasaron los años. Cada vez que la muchacha llega a casa, una gata con un pelaje tan negro como el carbón y tan brillante como la luz del sol, sale a recibirla. Una sonrisa se dibuja en la cara de la chica.

Ahora, siempre que llora, emanan lágrimas cristalinas. Había conseguido deshacerse de todo el mal de su interior...

1 comentario:

  1. Alina!
    Adorei tua história,ainda não tinha vindo que mamy tem estado com muita febre e muito friste...
    Ronrons
    Kika

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